Domingo, 5 de Mayo de 2024

Úrsula Díaz: "Todos los días tenemos un Everest en la vida"

Úrsula Díaz, la segunda mujer argentina en lograr subir el Everest, hazaña que cumple ahora un nuevo aniversario, sostiene que "hoy es el momento en que debemos esperar, aprender, hacer las cosas bien para que cuando nos abran las puertas podamos salir a jugar". Una charla de cuarentena imperdible con alguien que deja una enseñanza en cada frase y que inspira a un género que cada vez se anima a ir por más.

03-05-2020



Si hubiera una charla TED de mujeres montañistas, sin lugar a duda debería ser con Úrsula Díaz.

Úrsula mide 1,57. Si se la ve en la calle, podría parecer frágil. No lo es. Y el secreto de su fortaleza física quizá tenga relación con su fortaleza interior. Si se la escucha, suena sabia. Y siempre, demuestra ser humilde en todo sentido. En sus orígenes y en su comportamiento. Es una aguja en un pajar.
En un mundo que se vanagloria de sus posesiones, sus pergaminos y habla de meritocracia, ella calla. Es una montañista más. Pero no es una montañista cualquiera, aunque intente disimularlo.
Es la segunda mujer argentina en lograr la cumbre más alta del mundo, de sólo tres argentinas que pusieron un pie en la cima del Everest alguna vez en la historia. Es una mujer que hizo, además, 5 cumbres en Aconcagua, 9 cimas del Ojos del Salado, algún Plata y a quien la provincia de Catamarca nombró "Embajadora de los seismiles", por los logros obtenidos allí en su tierra y allí, en esas fabulosas montañas de la Cordillera catamarqueña plagada de sesimiles y de volcanes desafiantes sobre los que camina como si fueran su casa, porque son su casa.

Sin embargo, en épocas donde algunos cronometran la vida y miran en cuántas horas llegaron a la cima, Úrsula dice "la montaña no es un deporte; no tiene un reglamento, así que no es un deporte, es una filosofía de vida en la que hay códigos, como en la vida, pero para mí, no es un deporte".

Es que ella llegó a la montaña por curiosidad. "Cuando era chica le preguntaba a mi mamá, "¿de dónde viene el agua?" y ella me decía, "de la montaña", así que un día empecé a caminar la montaña para tratar de encontrar el lugar de dónde nacía el agua".

"Yo llegué por una exploración personal. No venía de una familia de montañistas, ni me llevó mi papá; es más, hasta los 20 años no había hecho deportes en toda mi vida", comenta con esa humildad que le brota del alma, y su tono pausado, de erres marcadas.

- Solés recomendar no quemar etapas en la montaña como en la vida, ¿por qué trazás ese paralelismo?
Uno no elige las situaciones que le van a tocar en la vida y desde muy chica tuve que aprender el significado de interpretar "el hoy". Yo no había vivido siempre con mis padres y cuando empezaba a tener una vida de familia "normal", mi mamá falleció en un accidente. Yo tenía 12 años, mi hermana más chica tenía 3 años, otro tenía 6 y el mayor, 15. Sentí que estaba en un vacío absoluto, pero me dediqué a ayudarlos a ellos, a facilitarles el camino en todo lo que pudiera, a complacer, a no pensar en mi propio dolor. Y la montaña es como la vida. A veces uno camina hacia donde te lleva la marca del sendero; donde se supone que debías ir, que tu padre, el mandato familiar te guiaba. Pero después, empezás a marcar tu propio camino.
En la montaña es donde aprendí a tomar decisiones. Me descubrí como mujer. Descubrí los límites y los desafíos, y me gusta que la montaña me ponga algunos avisos o me haga sentir algo de miedo a veces.


Úrsula, casi sin proponérselo, traza paralelismos permanentes. Con la vida, con la época, con las costumbres. Y lo hace con la montaña como eje, como filosofía de vida. Y al igual de lo que hizo cuando era chica y sintió que quedaban sobre sus hombros las labores de la casa, hoy, cuando acompaña a montañistas que la contratan para las expediciones, también "complace", porque está atenta a los detalles, a cocinar rico y variado, a que la experiencia no sea sólo llegar o no a la cumbre, sino disfrutar el trayecto y vivir, asimilar cada minuto allí arriba, que no siempre es fácil.

- ¿Cuál fue el momento en que sentiste más miedo en una montaña?
La primera vez que sentí más miedo fue en el ascenso del cerro Tres Cruces. Íbamos con algo de información respecto al camino pero nos dimos cuenta que no era correcta, así que tuvimos que desplegar la carta y comenzar a trazar nuestro propio camino. Fuimos por la cara sur, había mucho hielo, muy duro, los crampones no clavaban y aunque estaba con gente muy experimentada, a casi 6 mil metros de altura empecé a sentir miedo por la sensación de inseguridad y de pensar que podía caerme o que mis movimientos podían perjudicar al resto.
El otro momento de miedo lo viví en el Everest. Yendo del Campamento 1 al campamento 2, después de un día que había nevado mucho, había una grieta que quedó cubierta por la nieve y cuando pisé, caí dentro. No fue muy profunda, pero la sensación de caer dio mucho miedo, aunque de ahí viene la frase que suelo decir siempre: "aunque te caigas, si seguís teniendo el objetivo delante hay que continuar".


Esa fortaleza es la que Úrsula demuestra haber tenido a lo largo de sus 39 años. Criada en el seno de una familia donde no sobraba nada, y sin imaginarse con un futuro de deportista de élite, empezó "caminando montañas" como ella le llama a los cerros que exploró a partir de los 20 años. Cuando llegó a la cima del volcán Galán junto a quien era su profesor de la carrera de Educación Física decidió que eso era lo que quería hacer el resto de su vida. Pero tampoco le fue sencillo.
A diferencia de muchos que gastan fortunas en equipo, ella fue armando el propio como podía. Incluso subió el Aconcagua con unas botas que no resultaron confortables y su primera campera de plumas para cumbre se la regalaron cuando encaró el Everest. Así como es de sencilla en la vida, lo es en la montaña. Y lo transmite cuando insta a que nada impida intentarlo. "No es necesario tener mucho; no hace falta que todo sea de tal tela o de tal marca, yo no tenía casi nada cuando arranqué y aun hoy uso la misma campera que la guardo para la montaña", comenta y entre sus anécdotas "felices" está el día que por circunstancias personales viajó a Estado Unidos y pudo entrar a una tienda de ropa y elementos famosa, específica de la actividad de montaña y se sentía como una criatura en una juguetería.

Su primera cumbre, ese volcán Galán, le marcó el camino a los 22 años. Diez años después, estaba en la cima del monte más alto del mundo. Y en el medio lo alternó con carreras de aventuras y se colgó la medalla de campeona argentina de ciclismo de aventura también.
Su primer seismil fue a los 25 años.

"Todos los días tenemos un Everest en la vida. Todo lo que te proponés, se puede lograr", repite. Y no es una frase hecha. No es falsa modestia. En verdad lo siente así y lo dice con suma humildad.
La misma que la llevó a juntar el dinero que necesitaba para esa expedición de veinte maneras diferentes. Rifas, eventos, sponsoreos pequeños, ahorros de su trabajo y hasta llevando consigo una urna/alcancía para que quien pudiera colaborar, lo hiciera y de paso, firmaban también una bandera argentina inmensa que luego llevó al Everest y su imagen quedó inmortalizada allí, envuelta en celeste y blanco y abrazándola cuando en el Himalaya cantaba el Himno nacional argentino.

Ese amor por su patria lo refleja mucho más cuando habla de Catamarca, su terruño.
Todo lo explorado, todo lo conseguido en términos de montañismo, hizo que la nombraran "Embajadora de los seismiles". Sin lugar a dudas Catamarca tiene una veta muy poco explotada en materia de turismo y de deportes de montaña.
Es uno de los sitios más maravillosos para recorrer, que tiene además, la ventaja de poder ofrecer cumbres en época invernal, cuando otras provincias están casi vedadas para esa actividad, pero tiene como contrapartida que requiere mayor planificación y logística justamente por la falta de estructura pensada en función de la actividad. No hay refugios, no hay aproximaciones cortas, no hay servicios.

"Yo creo que la provincia no termina de darse cuenta el potencial que tiene", sostiene Úrsula. Y agrega: "Aquí no pensaron en un nicho de mercado que podría ser excelente. En Canadá, Australia, Sudáfrica, hay minería y hay montañismo. Acá también podría encontrarse ese equilibrio, pero tenemos quizá una parsimonia que a veces nos hace quedar por detrás. Yo viajo a Buenos Aires y veo que hay publicidad de Salta, de Córdoba, de Mendoza, de Jujuy. Nunca veo de Catamarca. Y tampoco hemos pensado en el turismo interno. Las agencias de turismo se dedican a emitir o a recibir una vez al año el turismo religioso, pero no desarrollamos casi nada en turismo receptivo ni de montaña".

Y casi que les regala a las autoridades una idea para poner en práctica: "tenemos rutas importantes como la 38 que nos une con La Rioja y Tucumán, por donde se mueve la economía y la producción; tenemos la ruta 60 que es un paso fronterizo, la salida al Pacífico y por ende, una vía de comunicación con Asia y tenemos la mítica ruta 40. Lo único que nos falta es saber aprovechar todo lo que hay y mejorar los recursos humanos".

Y sabe de qué habla. Porque además de subir montañas, de guiar a otros, de estar en contacto con gente de muchos rincones diferentes del mundo y de estudiar educación física cuando era joven, su espíritu inquieto la hace ir por más y estudia la carrera de Comercio exterior.

En Argentina se mueve muchísimo dinero alrededor de cimas más "turísticas" como el Aconcagua, que por ser la segunda más alta del mundo concita el interés de un público que arriba desde cualquier punto. Y eso a veces trae aparejado también un costado comercial que desvirtúa el espíritu de las primeras expediciones.
Úrsula parece al margen de todo eso. Descree de la moda. No busca mostrar una nueva prenda ni una bota último modelo. Busca funcionalidad y sigue usando la campera con la que subió al Everest hace 7 años. Su fetiche, que lo tiene, es un buen perfume o una crema, pero se siente extraña si un día se maquilla o se enfunda en un vestido. Le gusta la montaña, entre otras cosas, porque siente que "nos iguala a todos". "Cuando estoy ahí nadie mira qué hago o logro siendo mujer. No noto que deba rendir examen ante nadie. Creo que ahí los desafíos son con cada uno, es interno".

- ¿Hay algún paralelismo entre la montaña y esta situación de cuarentena?
Sí, absolutamente. Siempre digo que la montaña nos iguala y ahora el COVID está igualando a las sociedades, porque nos afecta a todos. Si somos inteligentes, vamos a poder salir adelante.
Cuando uno llega a la montaña por primera vez, tu vida nunca más vuelve a ser la misma. Después de esto, tampoco va a serlo.
Tal vez, esta situación ayude a que valoremos este tiempo en que tenemos que estar con nosotros mismos. Que valoremos lo que tenemos y que podamos comprender el significado del "hoy".
En estos días me siento una mujer afortunada. Hace un año me diagnosticaban un carcinoma grado 1, que se encontró a tiempo y que hoy puedo decir que estoy bien. Se dieron las cosas para que así fuera e hice lo que era necesario hacer. Hoy, en aislamiento, hago de cuenta que estoy en el Campamento Base esperando una "ventana de buen tiempo" para volver a subir, y mientras tanto volví a escribir, volví a pintar, a bordar, a estudiar.
Por suerte, tenemos un techo, una cama, un abrigo y un teléfono para comunicarnos. Eso no siempre está. Ni en la montaña, ni en la vida.


Úrsula cree que es normal hablar con esa sencillez, con esa sabiduría. Cree que es habitual ver a una mujer con 39 años, con una mochila cargada de experiencias de vida y relatarlas con esa simpleza, con esa gestualidad de quien habla desde el alma, de quien a pesar de haber estado en la cima del mundo no olvida dónde están sus raíces y arranca el día a día con los pies sobre la tierra.
Ama lo que hace. Tiene la fortuna de poder, además, de alguna manera, vivir de lo que ama que es llevar a otros a explorar las montañas. Pero no pierde la esencia. Aunque tiene pergaminos por demás, no los expone. Ofrece con genuina solidaridad todos sus consejos. Y suelta frases que envidiaría cualquier mercader de la autoayuda, sólo que en ella es creíble cuando dice "si querés llegar a la cumbre hay que caminar como un viejo para bajar como un joven" y explica que "hoy es el momento en que debemos esperar, aprender, hacer las cosas bien para que cuando nos abran las puertas podamos salir a jugar".

El disfrutar es parte de su vocabulario permanente. Quizá por eso no ve el montañismo como un deporte, sino como parte de su vida. No concibe el apuro en la montaña.
"Hay gente que llega y quiere subir un seismil en 5 días. Es incompatible. Quizá tenés suerte y un día lo hacés, empezás a subir, no te afecta la altura y lográs llegar en poco tiempo, pero no es lo aconsejable. Es como irte de vacaciones y pasarte el día haciendo cola para comer en un restaurante. No disfrutás, no vivís lo que hay que vivir en la montaña", reflexiona.

No se la cree, pero es una inspiración. Lo es para las mujeres que se abren camino en un espacio donde mayormente transitan los hombres. Pero lo es también para muchos montañistas del sexo opuesto que la escuchan, la siguen, aceptan sus consejos.

Y no es para menos. Ha logrado cumplir sus sueños, pero siempre tiene alguno más en mente. El próximo, cuando las circunstancias lo permitan, es ir por los seismiles invernales. No sola, porque aunque le encanta la montaña en solitario, le prometió a su familia que no irá más sola, porque así fue como perdió un amigo muy querido que subió y no volvió. Ni siquiera se pudo rescatar su cuerpo y eso la hizo ver las cosas de otro modo. No por ella, que ama ese espacio de soledad, sino por el dolor que sabe, podría provocar en su familia si no vuelve. El dolor que ella misma sintió cuando no volvió su mamá, de la que no se pudo despedir, y a la que tal vez encuentra cuando ve una vertiente de agua que nace en la montaña y le recuerda su frase. Es parte de las experiencias que va metiendo dentro de su mochila y que la hace ser precavida, sabia.
"Si bien he hecho mucho quizá en pocos años, como tuve a mi mamá también por pocos años, no sé hasta cuándo voy a estar acá. Yo ahora tengo más edad de la que ella tenía cuando murió. Y ella hizo un montón de Everest en su vida: familia, hijos, ocuparse de la casa, de las imposiciones de la vida, la cultura, los tiempos. Ella hizo más cimas que yo", suelta.

En la vida, quizá. En las páginas doradas de la historia del montañismo argentino figurarán las cimas de Úrsula.
La cumbre del Everest la logró el 18 de mayo de 2013, se cumplen ahora 7 años. Y al bajar, cuando la entrevistaban los medios extranjeros parecía una criatura que había cumplido el sueño de subirse a un carrusel, sólo que ella acababa de subir a la cima del mundo. Con la misma sencillez que mantiene ahora, relataba allí, al pie del Everest, que arriba "era todo soñado" y que llegó a la montaña porque cuando era chica se preguntaba de dónde provenía el agua, y su mamá le repetía "de la montaña".
 

Quienes quieran seguirla en redes sociales: IG ursula.diaz.16 


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